Comentario
Aunque dotados de indudable vigor y originalidad, los escultores que se sucedieron en el tiempo de Manierismo maduro, no pudieron hurtarse al talento creativo de Miguel Angel, que será lección y modelo inexcusables. A los estatuarios les importa no desdeñar la prominente exhibición muscular llevada hasta el extremo, como el uso del ritmo helicoidal y dinámico de la forma serpentinata, recomendada por el propio Buonarroti a Ammannati, les servirá para la mejor expresividad del aliento pletórico y vital, que evitará caer en vana y anodina repetición de los modelos clásicos.
No descenderá el número de monumentos funerarios con apliques plásticos y estatuas que príncipes y mecenas adinerados seguirán demandando al igual que pontífices y cardenales. Pero también ganan ahora especial significación en el prestigio y notoriedad de las clases dirigentes la erección de estatuas ecuestres y retratos en plazas y calles de las ciudades, como en el ornato de los palacios. Es la hora, asimismo, de la ornamentación de los jardines que reclaman, para sus glorietas y grutas caprichosas, fuentes y esculturas alegóricas, a veces volcadas hacia la extravagancia y la irracionalidad, pero ordenadas en pautas urbanísticas asomadas a la naturaleza, el verdor de la fronda y la cantarina sonoridad del agua. Las fuentes monumentales también contribuirán, en competencia con las estatuas y retratos históricos, al ornato de calles y plazas del trazado urbano. El bronce y hasta la orfebrería disputarán a los marmolistas su predominio.
No perderá Florencia en esta media centuria del Manierismo su puesto de gran cuna de escultores, y tampoco Roma declinará de ser promotora de motivos plásticos para ennoblecer sus templos y jardines, pero aquí las normas ortodoxas que impondrá el Concilio de Trento algo frenarán la exhibición de desnudos para las imágenes devotas y hasta hubo pontífices que dejaron de fomentar la actividad de los escultores.